El simbolismo arquitectónico tiene en la casa uno de sus ejemplos particulares, tanto en lo general como en el significado de cada estructura o elemento. La casa constituye un centro del mundo, pero también el universo mismo, el regressus ad uterum de la iniciación, el aspecto protector de la Gran Madre, símbolo contenedor y de protección. La casa es una de las encarnaciones del hogar y, en el plano físico, nuestro primer hogar es el útero materno en el que nos gestamos. Hogar son los sacramentos y rituales de una relación o de una reunión, pero también de la soledad y la desnudez. A diferencia de la casa, el hogar está en nuestro interior, es la experiencia de un núcleo vital que nos ancla y a la vez nos libera, de descanso tras el esfuerzo, de ser completamente uno mismo. La falta de hogar se asocia con desarraigo, desamparo, inestabilidad y una añoranza crónica. Para algunos, el hogar es algo inalcanzable en este mundo, considerando la muerte como la manifestación del retorno al hogar.
En efecto, el hombre ha tendido generalmente a concebir su casa como un centro cósmico, en razón de la seguridad que en ella experimenta. Protegido en un ámbito perfectamente delimitado, cerrado y sometido a su exclusivo dominio, a cubierto de las incertidumbres y los enemigos del "exterior". Pero en muchas ocasiones la casa no es obra personal, sino que se recibe por herencia: entonces la noción de casa solariega vincula al individuo físicamente a sus antepasados, a quienes continúa y de quienes ha recibido los bienes, asimilándose el valor simbólico de la casa al continente de la sabiduría, a la propia tradición. El propio individuo se siente continuación viva de sus mayores, en una manifestación tardía del culto a los muertos, pues en las culturas protohistóricas se enterraban en el suelo de la vivienda, y en este sentido la casa se convierte en una especie de templo, en cuyo interior se desarrollan determinadas actividades rituales (cultos domésticos).
Otra acepción simbólica de la casa sería la de "prolongación" envolvente de la personalidad de su dueño, es decir, una parte de sí mismo, como el caparazón de la tortuga o del caracol. Por ende, sería también manifestación visible de sí mismo, espejo de su psicología. Por su carácter de vivienda se produce espontáneamente una fuerte identificación entre casa y cuerpo y pensamientos humanos, o vida humana. La fachada significa el lado manifiesto del hombre, la personalidad, la máscara. Los distintos pisos conciernen al simbolismo de la verticalidad y del espacio. El techo y el desván corresponden, en analogía, a la cabeza y el pensamiento, y a las funciones conscientes y directivas. Por el contrario, el sótano corresponde al inconsciente y los instintos. La cocina, como lugar donde se transforman los alimentos, puede significar el lugar o el momento de una transformación psíquica. Las estancias de relación exponen su propia función. La escalera es el medio de unión de los diversos planos psíquicos: su significado fundamental depende de que se vea en sentindo ascendente o descendente.
En efecto, el hombre ha tendido generalmente a concebir su casa como un centro cósmico, en razón de la seguridad que en ella experimenta. Protegido en un ámbito perfectamente delimitado, cerrado y sometido a su exclusivo dominio, a cubierto de las incertidumbres y los enemigos del "exterior". Pero en muchas ocasiones la casa no es obra personal, sino que se recibe por herencia: entonces la noción de casa solariega vincula al individuo físicamente a sus antepasados, a quienes continúa y de quienes ha recibido los bienes, asimilándose el valor simbólico de la casa al continente de la sabiduría, a la propia tradición. El propio individuo se siente continuación viva de sus mayores, en una manifestación tardía del culto a los muertos, pues en las culturas protohistóricas se enterraban en el suelo de la vivienda, y en este sentido la casa se convierte en una especie de templo, en cuyo interior se desarrollan determinadas actividades rituales (cultos domésticos).
Otra acepción simbólica de la casa sería la de "prolongación" envolvente de la personalidad de su dueño, es decir, una parte de sí mismo, como el caparazón de la tortuga o del caracol. Por ende, sería también manifestación visible de sí mismo, espejo de su psicología. Por su carácter de vivienda se produce espontáneamente una fuerte identificación entre casa y cuerpo y pensamientos humanos, o vida humana. La fachada significa el lado manifiesto del hombre, la personalidad, la máscara. Los distintos pisos conciernen al simbolismo de la verticalidad y del espacio. El techo y el desván corresponden, en analogía, a la cabeza y el pensamiento, y a las funciones conscientes y directivas. Por el contrario, el sótano corresponde al inconsciente y los instintos. La cocina, como lugar donde se transforman los alimentos, puede significar el lugar o el momento de una transformación psíquica. Las estancias de relación exponen su propia función. La escalera es el medio de unión de los diversos planos psíquicos: su significado fundamental depende de que se vea en sentindo ascendente o descendente.
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